Los expertos dicen que un hombre de negocios pasa entre dos horas y media creando, respondiendo, leyendo y/o almacenando correos electrónicos. Sin embargo, hoy, en El Mundo, ha aparecido una noticia que no sé todavía cómo calificar: si simpática o preocupante (o quizás las dos cosas): «Una empresa francesa ‘jubila’ el correo electrónico«.
La verdad es que es un poco frustrante. Por un lado, los medios de comunicación evolucionan a la velocidad de la luz. Por el otro, la capacidad de los lingüistas y profesores para comprender la comunicación a través de ellos y cómo integrarlos en las destrezas comunicativas de nuestros alumnos va inevitablemente a paso de tortuga por la falta de recursos.
Yo soy de la generación que vio el cambio de la carta al correo electrónico. Ahora que este es el medio de comunicación digital por excelencia, me asombra ver la poca presencia que se le da en los manuales y lo poco que sabemos sobre sus características discursivas; me sorprende ver cómo todavía se dedican pocos ejercicios al correo electrónico y cómo estos sólo tienen en cuenta un modelo abstracto y demasiado rígido (saludo, introducción, desarrollo, conclusión y despedida) y escasos contextos (“Escribe para quejarte de que…”).
Creo que lo que ha pasado con el correo electrónico nos debería hacer pensar y motivarnos a desevelar qué está pasando en las empresas, y a analizar si estamos en riesgo de quedarnos de nuevo a la zaga. Hace poco recogí un post de otro blog en el que se explicaba cómo dejar un mensaje de voz al llamar por teléfono. Me quedé fascinado. Me dije: “Esto es una necesidad comunicativa más. Esto hay que integrarlo en el curso”.
La pregunta que me hago es: ¿no se nos están pasando más cosas por alto?
El artículo nos habla Facebook y de Twitter como herramientas principales de comunicación en el trabajo. Y eso parece que queda muy lejano en futuro. Es cierto. Pero quizás están pasando cosas ahora de las que no nos damos cuenta o a las que no les prestamos la atención que deberíamos:
Nuestros alumnos…
¿No necesitan buscar información en Google en español?
¿No envían mensajes y correos por la Blackberry o el iPhone?
¿No participan en videoconferencias?
¿No leen el periódico digital más que el de papel?
¿No navegan por páginas multilingües en las que no necesitan el español? (Como me decía un cliente cuando hablábamos sobre reservar hoteles en internet)
¿No tienen que rellenar perfiles en páginas web de búsqueda de empleo?
¿No tienen, en general, que leer ofertas de trabajo y textos en internet?
¿No chatean por motivos de trabajo? (Como hacía por motivos laborales una amiga taiwanesa con sus clientes en una empresa de exportación de plásticos)
¿No hablan por Skype también por motivos de trabajo? (Como hacía esta misma amiga para que las dos partes redujesen la factura de teléfono)
En el caso de chat y el Skype (u otros programas de telefonía por internet), me ha interesado saber más. Especialmente si el caso de mi amiga era una excepción. Por eso he preguntado vía chat a un amigo que es jefe de departamento en su empresa y el cual tiene contactos con el extranjero. Le he preguntado: ¿Utilizas Skype en el trabajo por motivos de trabajo? Me ha contestado que sí; que algunos contactos más o menos fijos lo prefieren por encima de otros medios; que otros contactos lo combinan con el móvil; que un amigo suyo de una empresa informática lo utiliza con preferencia y que lo lleva en el iPhone porque le salen las llamadas gratis; y que hay empresas que utilizan sistemas informáticos de comunicación interna en forma de chat. (No reproduzco más porque el resto aparecerá en una publicación que estoy preparando).
Como mínimo, todo esto da que pensar.
Sería interesante oír las experiencias de aquellos profesores que trabajan con profesionales para saber si se han topado con estos casos o si se podría añadir a esta lista algún medio más.